Días de Fiesta-Arte efímero

Arte efímero
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LAS HOGUERAS DE LOS AÑOS TREINTA

GASTÓN CASTELLÓ – REVISTA OFICIAL DE FOGUERES 1966

Las discusiones sobre temas fogueriles, eran enconadas. Unos, los más, se mostraban partidarios de la renovación constante a compás de los tiempos. Otros defendían el clasicismo; un clasicismo cuyo único exponente era el de las magníficas fallas valencianas, con una tradición y solera de que nosotros carecíamos.

Por aquel entonces en el periódico local «El Día», se me llamó «revolucionario fogueril», desde el punto de vista artístico. Al cronista le disgustaba mi falta de respeto por el estilo auténticamente fallero.

Más tarde, otro periodista, en «La Gaceta de Levante», se pronunció por las nuevas formas que yo mostraba, y aplaudía a los jóvenes alicantinos que me seguían. La polémica se entabló ardorosa, brillante, fugaz e incruenta como los fuegos artificiales.

Decíase «foguera» a lo sencillo, a lo esquematizado, y «falla» a lo clásico, a lo realista, tal cual hacían, y hacen en Valencia los artistas que aspiran a ser galardonados. Quien pudo o no tener razón, no soy yo el más indicado para decirlo. Mi criterio, no sé si equivocado, fue, y continúa siendo, el de la estilización, llamémosle así.

Pero quiero hacer notar algo insólito en el constante evoluciona de las cosas. Lo moderno, otrora triunfante, ha sido vencido, al cabo de un cuarto de siglo, por el realismo clásico que parecía arrumbado definitivamente en nuestra ciudad. Díganlo, si no, las fogueras actuales, realizadas según el más puro y ortodoxo estilo fallero dignas, eso sí, de figurar sin desdoro en los mejores lugares de la capital hermana. La manera -no me atrevo a llamarlo estilo- que yo quise implantar, se ha esfumado como la pólvora de una traca.

Sin embargo, hace unos años se produjo una esperanzadora reacción en la foguera que se plantó en la plaza del 18 de Julio. El público comentó favorablemente la feliz, inspirada y atrevida realización del artista alicantino Manuel Albert, concebida con un sentido superrealista del más exquisito buen gusto y modernidad. ¡Será éste un viraje hacia las rutas de antaño?.

Para terminar y una vez que he dejado expuestas mis añoranzas, quiero hacer una aclaración dirigida particularmente a mis amigos, ex compañeros, los «foguerers»: Que nadie piense que repudio el difícil arte realista. Nada más lejos de mi intención. Siempre he admirado a quienes se desviven y afanan en tan ingrato trabajo en el que no caben engaños ni «camouflages». Contemplo con simpatía y admiración sus magníficas y monumentales realizaciones. Este artículo no es más que un pasatiempo; una eutrapelia añorante en el umbral de la vejez.